
Ya está cansada de soñar, pero tras la frontera está su hogar, su mundo, y su ciudad. Piensa que la alambrada sólo es un trozo de metal, algo que nunca puede detener sus ansias de volar. Con su amor por banderas se marchó, marchaba tan feliz que no escuchó la voz que le llamó, y tendida en el suelo se quedó sonriendo y sin hablar.